18/12/14

La exposición



     La sala estaba llena de gente. Amigos, conocidos y gente desconocida observando sus cuadros. Pero las personas que quería que estuvieran allí no estaban. Las personas más cercanas a él, las que pensaba que serían las primeras en llegar le habían dado una excusa de última hora. Y él estaba allí, solo entre la multitud, solo, rodeado de gente felicitándole por su trabajo. Había tenido mucho éxito, no era la primera exposición que hacía, pero todas le causaban el mismo terror y el mismo nerviosismo. Un éxito amargo, sin tener con quien celebrarlo.



     Pero de todas esas personas que faltaban, de la que más acusaba su vacío era ella. Habían tenido una pelea monumental esa mañana, antes de que ella saliera a trabajar. La pelea había empezado por una tontería de la que ahora ni se acordaba. Se habían dicho cosas imborrables, palabras que ahora se marcaban a fuego en su cabeza. Últimamente no paraban de discutir por cualquier cosa, se veían poco, entre el trabajo de ella y su exposición no tenían tiempo ni de mirarse por las mañanas. Y cada vez que se veían era para discutir. Él procuraba hablar poco, para no volver a pelear. Y aún así llegaban los gritos, los silencios y los reproches. No habían tenido hijos, los dos lo habían preferido así. Querían centrarse en su carrera. Quizás era mejor así.


     Se paseaba como un loco de habitación en habitación. Buscándola con la mirada, mientras intentaba centrarse en las conversaciones en las que le incluían. Hasta que la vio, incluso de espaldas la reconoció. Allí estaba. Sonrió. Era feliz. Se prometió que no volvería a pasar, que serían felices, que después de esa exposición, él tendría más tiempo para ella. Viajarían.


     Ella estaba de pie, con un vestido negro sencillo y se había dejado el pelo suelto como a él le gustaba. Sus rizos rubios caían sensualmente por su espalda, o por lo menos eso le parecía a él. Miraba su cuadro, el cuadro que él le había pintado, uno de sus primeros trabajos, cuando aún vivían en un pequeño apartamento. El cuadro era muy parecido a un cuadro de Dalí, su mujer miraba por una ventana, de espaldas, pero a diferencia con el otro cuadro ella estaba sentada y desnuda. Y en la ventana se veía un atardecer.


      Se acercó despacio a ella, saboreando el momento. Le susurró al oído:


     - Has venido. - No era una pregunta, era una afirmación de que estaba para él, apoyándolo.


     Ella se había perdido en aquella pintura, sus ojos vagaban en un pensamiento mientras una lágrima rodaba por su mejilla.


     - Me querías. - Dijo como en sueños, sin querer decirlo, solo para ella, para sus recuerdos.


    De repente se recompuso, como si no estuviera allí. Su cara ya no era la misma, se volvió fría. Seguía sin desviar la mirada, pero le contestó.


     - He venido, pero no esperes nada más de mí. Estoy vacía de ti. Ya no soy esa mujer, ya no soy tuya.




8 comentarios:

  1. triste, triste... escribe más, a ver si se arreglan!!! que se me ha quedado mal sabor de boca....

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  2. Hola Maria, la nostalgia por su amada musa por lo menos le sirvió para que quedara perennizada en sus cuadros; ya que el amor de ella se difuminó en el tiempo pasado. Un bonito texto.
    Que tengas un buen miércoles :)

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    1. No sabemos lo que pasó en esta pareja, pero creo que él la dejó ir. y a ella se le acabó el amor. Un besillo Alejandra.

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  3. El relato, como el cuadro de Dalí, digno de admiración, una pintura intensa y melancólica, de una indiscutible belleza.
    Un Abrazo Compi!

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    1. Muchas gracias Edgar, bonitas palabras las que me dedicas. Un abrazo.

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