- Ayer
mis hijas se portaron fatal. Fuimos a comprar y se pasaron todo el tiempo
correteando y tirándose por los pasillos del hipermercado. – Dijo la mala
madre.
- Ah
no, mis hijos saben que tienen que ir de la mano de su madre. Nunca me han
llamado la atención porque mis hijos se porten mal en ninguna tienda. No tocan
nada, ni corretean. – Contestó la madre perfecta.
Dos
días después…
-
Mañana hay que entregar el trabajo de manualidades para el cole. Mi niña ha
hecho un elefante de trapo preciosísimo. Lo ha cosido ella solita, y le ha hecho
unos corazones espectaculares. – Le cuenta la mamá perfecta.
- ¿Ah
qué era mañana? – Le contesta la mala madre.
- Mis
niñas han pillado piojos. Ayer estuve hasta las dos de la mañana despiojando, y
poniendo lavadoras, con la aspiradora. Estoy reventada. – Le cuenta la mala
madre.
-
Deberías ponerle a tus hijas champú del árbol del té. Es muy efectivo. Mis
hijos nunca han cogido piojos. – Le contesta la madre perfecta.
Antes
de entrar al cole:
- Ayer
no tuve tiempo de ir a comprar y les he tenido que poner en la merienda de hoy
un plátano un poco pocho y un zumo envasado que tenía al fondo de la despensa. –
Cuenta la mala madre, resoplando por llegar corriendo al cole.
- ¡Ay
hija! ¿Cómo se te ocurre? Esos zumos son malísimos. Están llenos de azúcar. Los
niños tienen que tener una dieta equilibrada y cuanta menos azúcar mejor. A mí
me encanta prepararles las meriendas y hacérselas especiales. Hoy llevan fruta
y un sándwich en forma de rana. – Contesta la madre perfecta.
La
madre perfecta y la mala madre ya no se hablan. Intentan evitarse a la entrada
y salida del cole. Se saludan con educación y con una sonrisa falsa en los
labios.
La mala
madre se pregunta cómo es posible llevarlo todo siempre a la perfección más
absoluta. Sus hijas se pelean, corren, y juegan. Se manchan la ropa, la cual
casi nunca está planchada y si combina es por pura casualidad.
La mala
madre les echa champú del árbol del té a sus hijos, pero se ve que a los hijos
de madres perfectas, los piojos ni se acercan.
La mala
madre no mira los Blogs de la mejor comida que se les puede dar a los niños.
Ignora eso de que la leche de vaca es mala, y les da a sus hijas alguna galleta
más de la cuenta. No lee las etiquetas de los productos, no sabe que lleva más azúcar
o cual producto es cancerígeno.
La mala
madre no obliga a sus hijas a vestirse solos, ni a ducharse solos, la mala madre
a veces para ir más rápido las viste ella, y a veces se mete en la ducha con
ellas y les masajea la cabeza con el dichoso champú del árbol del té.
La mala
madre se va al parque todos los días con sus hijas, y las deja que jueguen con
la tierra, las ve meterse piedras en la boca, y coger bichitos con sus pequeños
dedos, hasta que los dejan libres medio muertos.
La mala
madre se va a la playa hasta el último rayo de sol del verano, que suele ser en
octubre. Y si hace un poco de fresquito nos tapamos con las toallas medio
húmedas. Seguro que vuelve a salir el sol y nos calentamos.
La mala
madre no le compra lazos para el pelo de sus hijas, usa gomas de las tiendas de
“veinte duros” que se rompen al mirarlas. No le hace trenzas de raíz ni
peinados a la moda. No les deja el pelo larguísimo porque así están más monas.
Les corta el pelo todo lo que puede, para recogérselo y que no les moleste en
la cara.
La mala
madre deja que sus hijas se peleen hasta que al final llegue una llorando
porque se ha hecho daño.
La mala
madre se sienta a descansar un ratito y les dice a sus hijas que ese es su
momento para tomarse el café y que no la molesten. Sus hijas no respetan la
hora del café.
La mala
madre se lleva a sus hijas de tapas y las deja aburrirse sin ponerle ni
teléfono, ni tableta, ni música ni jueguecitos varios para que se entretengan.
Las deja que se levanten y que correteen por los alrededores, a pesar de que
pueda venir alguien y se las lleve.
La mala
madre deja que sus hijas salten en los charcos y se pongan hasta arriba de agua
y barro la ropa recién puesta.
A la
mala madre a veces se le olvida que sus hijas tienen que merendar, y en mitad
de la calle les compra una bolsa de gusanitos.
La
madre perfecta piensa que debería existir un carnet de madre, y que no todo el
mundo está preparado para serlo.
ANOTACIÓN: Este relato no es autobiográfico. Cualquier parecido con la realidad es mera casualidad.
Genial! Me ha encantado, por donde quiera que lo mire, jeje. Besitos, amiga.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya encantado. Gracias por leerme. Un abrazo.
EliminarMe ha gustado mucho.
ResponderEliminarNo tengo hijos, pero lo que veo a mi alrededor es siempre padres que se quejan de cómo actúan los hijos de los demás, y críticas a la manera de educar de los padres hacia esos niños.
Siempre se ve la pelota en el tejado del de al lado...
Besos.
Se suele criticar siempre a la mala madre que tienes al lado, sin darte cuenta de que lo hace lo mejor que puede, igual que tú. Muchas gracias. Un besillo.
EliminarPues a mi me gusta más la mala madre de tu relato. La otra me cae ¡fatal! Jajaja.
ResponderEliminarUn saludico.
Sí, a mi también me gusta más, pero no se lo digas a nadie. Es un secreto. Un besillo.
EliminarLas malas madres son más molonas jeje Un abrazo.
ResponderEliminarMucho más, no se pueden comparar. Un besillo.
EliminarBravo por esas malas madres! Lindo post, un beso.
ResponderEliminar¡Bravo! Hay que hacerles una ola. Un besillo.
EliminarYo no soy madre, pero creo que es una tarea muy difícil. No pienso que haya ninguna mala ni ninguna perfecta, entre otras cosas porque lo que es bueno para un niño no lo es para otro. Supongo que en el término medio de ambos extremos reflejados en tu relato está lo más conveniente para los críos, pero vaya usted a saber. Yo, desde luego, no tengo la respuesta :)
ResponderEliminarUn post para pensar, María, y muy interesante. Creo que aquí la madre perfecta sale perdiendo por goleada, y eso que es perfecta jajajajjaa.
Un besillo de tarde!!
Ayyy es que los niños son personitas, y a veces no nos damos cuenta. Ellos nos necesitan para jugar y para divertirse, auqneu con un poco de disciplina también. Aún no he descubierto el término medio, cuando lo haga te lo diré.
EliminarUn besillo.
Lo perfecto da repelús, pero ciertos detalles hay que cuidarlos, sobre todo con los niños.
ResponderEliminarPor cierto: ¿Donde venden el champú del árbol del té? es que tengo un problemilla con los piojos...¿O era con lo perfecto?
Estupendo relato-reflexión.
Besos
Jajaja sí, un poco de repelús sí que da, aunque a veces se necesita un poco de perfección, para estabilizar un poquito la cosa.
EliminarUn besillo.
P.D. El champú lo puedes encontrar en las peluquerías, pero para repeler la perfección, ese aún no lo he encontrado.
Jajajajaj Que bueno Maria!! Aqui, entre nos, ahora que nadie nos lee, te confesare que yo soy una de esas malas madres y que me encanta serlo!!
ResponderEliminarBesin :)
Ayyy que te voy a contar. Me lo creo, y te confieso que yo también lo soy, jejeje.
EliminarUn besillo.
Me ha gustado mucho tu mensaje. Hay tanta perfección en el postureo maternal que a veces no se las permite respirar. Luego vienen las crisis de ansiedad por no dar la talla que se supone hay que dar. Yo creo más en la moderación y alguna bolsa de gusanitos.
ResponderEliminarUn saludo
Cuanta razón tienes, a veces se actúa mucho para la galería, tanta perfección nos aturulla el pensamiento, y como tú dices, vienen las crisis de ansiedad. Más bailar bajo la lluvia y canta r a grito pulmón, jugar con el barro y mancharnos la ropa. Así debería de ser. Un abrazo.
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