6/10/15

Consecuencias de la ira




                No os voy a mentir, no os voy a decir que soy una mujer calmada y sosegada. Que soy el remanso de paz que veo en algunas mujeres. Yo no me relajo en la playa tumbada bajo los rayos del sol. Ver una puesta de sol no es para nada relajante. Me desespero porque no termina de esconderse bajo las malditas montañas. Soy de esas personas que no ven la belleza en una postal.

                Los niños son pequeños torbellinos que desesperan a cualquier madre, por eso no juzgo cuando veo a alguna regañando más de la cuenta a sus hijos, porque sé que yo les gritaría más fuerte.

                No me relajo en un spa, no entiendo el sentido de ir de una piscina a otra, frío, caliente, chorros por un lado, chorros por otro. Y yo ahí, sometiéndome a esa tortura infernal que no acaba de terminar. La primera vez y última que estuve en uno, en menos de media hora ya había salido. Y eso que llevaba masaje incorporado. Pero cuando esas manos aceitosas empezaron a tocar mi preciosa piel, tuve que salir de allí corriendo. Le eché una bronca  la masajista, porque sus manos no estaban lo suficientemente limpias. Notaba como unas bolillas se creaban con la fricción.

                Llegué a mi estado máximo hace un mes en la oficina. Mis compañeros me rehúyen, ya no saben cómo hablarme, y yo lo noto. Sé que grito demasiado. Aunque es algo que no puedo evitar, y he aprendido a vivir con ello. Pero hace un mes, mi jefe me gritó por algo que yo había hecho que no estaba bien, según su concepto de “no estaba bien”, pero que según el mío, estaba perfectamente.

                Así que lejos de controlarme, monté una escena digna de ser grabada, de hecho lo está, y está subida a YouTube. Las paredes de la oficina de mi jefe son de cristal, y  a mis compañeros de trabajo les pareció gracioso ver a mi jefe arrinconado detrás de su mesa, mientras yo me desahogaba con los artículos de oficina. Incluido ese sofá de piel que rajé diligentemente con unas 
tijeras.

                Cuando los ataques de ira desaparecen, es cuando me doy cuenta de lo que he hecho. Y la vergüenza me sube al rostro tiznándolo de rojo. No me despidieron. Y ahora que lo pienso, yo lo habría hecho. A cambio, me suspendieron durante un mes y me cambiaron de departamento. Además de obligarme a ir al psicólogo y seguir el tratamiento que me pusiera.

                Después de un mes con mi psicólogo, parece que estoy algo mejor. La verdad es que solo he tenido tres ataques de ira, y fueron en las tres primeras semanas con él. Esta última semana no he tenido ninguno. Ahora estoy esperando en su consulta, y la verdad es que está tardando mucho con la paciente que está dentro. No sé porque me tiene que citar a una hora, si no va a estar listo. Han pasado ya cinco minutos desde mi hora.

                Le he preguntado a la secretaria que me abre la puerta con una sonrisa, y me deja pasear de un lado al otro de la habitación sin decirme nada. Ella está en sus cosas, pero me mira de reojo. Me ha informado de que no puede faltar mucho. Ya pasan diez minutos, ¡Diez minutos! Esto es intolerable. Se va a enterar este…

                La puerta se abre, y aparece ese Adonis con su voz serena y su sonrisa de dientes blancos, perfectos. Algunas dirán que dista mucho de ser un Adonis, pero para mí es la perfección. Es el único que calma mis nervios.

                - Buenas tardes, señorita Sáez. Siento la tardanza.

                Esa voz…

                - No pasa nada.

                Noto la mirada cínica de la secretaria, pero no le hago caso. Ya está 
todo olvidado.

16 comentarios:

  1. Con un psicólogo así, la paciente quizá logre abandonar los ataques de ira pero a lo peor se convierte en una adicta a la psicoterapia o quién sabe si no acabará siendo una acosadora del guapo terapeuta.
    Un relato muy entretenido.
    Un abrazo.

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    1. Ayyy no creo que la ira lleve a tanto como acosadora. Pero bueno un chute de psicología nunca viene mal.
      Un besillo.

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  2. Jajajajaja... ay, María... qué me he reído! Será porque yo a veces no la controlo...
    Y eso del spa tampoco lo entiendo... frio, caliente, frio, caliente... una tortura!! Jajajaja
    Menos mal que ahí la sonrisa perfecta lo soluciona todo ;)
    Buenísimo relato, besillos!!

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    1. Jajaja, la sonrida perfecta... si no fuer por ella, no sabemos que le pasaría a la pobre protagonista, jejeje.
      Un besillo.

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  3. Sí ya nos hubieses comentado dónde se encuentra la consulta del psicólogo sería genial. ¿Qué?, ¿qué no me la das? Grrr...

    Muy chuli ;)

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    1. Ni siqiera yo lo sé, es secreto profesional. No sabemos donde la habrá buscado. Jejeje.
      Un besillo.

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  4. ok... *se prepara para su graciosa huida sin dejar rastro...*

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  5. Menos mal que el psicólogo le ha caído en gracia a la señorita Sáez, porque si no... jajajaja. Después de todo hay algo más que la música para amansar a las fieras :D

    Muy divertido, María, me ha gustado mucho. Está resultando una serie muy original.

    Un besillo de tarde!!

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    1. Menos mal que encontró al psicólogo que cubre todas sus necesidades,... por ahora. Jejeje.
      Un besillo.

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  6. Estupenda historia Maria estoy segura que ira mucho tiempo al psicólogo jajaja.
    Un saludo

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    1. Es posible, esa ira hay que aplacarla, y ¿qué mejor manera que con alguien que te caiga bien y esté de buen ver?
      Un besillo.

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  7. Hay buenisima historia Maria. Aparte que me calmaste un poco porque pensaba que yo era un ser horrible porque no me gustan los niños y me desesperan. Ya vi que no soy la unica XD. Dicen que los niños son como los pedos, solo aguantamos los nuestros. Jo.
    Me encantó. Besines.

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    1. No creas que eres la única. Conozco a bastante gente que no les gustan los niños. Sí que es verdad que aguantas más a los tuyos propios que a los demás. Jijiji.
      Un besillo.

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  8. Hay cosas de la vida que te preguntas para qué están, aunque a mí eso del spa iría ahora mismo jajaja. Lo de la ira es tremendo, suerte de contar con especialistas que te entiendan.
    Un bonito relato María.
    Abrazos.

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    1. Sí lo del spa es muy socorrido. Yo con un masajito me conformaba, auqneu un ratito de relax nunca viene mal.
      Un besillo.

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